Sunday, August 19, 2007

El descenso



Mi matrimonio seguía de mal en peor, compramos una Suburbana pero no había para que yo pudiese ayudar a mi familia en Venezuela, no había para sustituir los muebles que ya tenían 7 años después que los compramos usados, no había para arreglar el techo que dejaba caer un barril de agua cuando llovía. Tampoco había marido que me acompañara a la inauguración de un nuevo centro Medico, ni para las fiestas de Navidad, ni para la iglesia para que los niños tuvieran esa base religiosa (si aunque yo estaba pecando mentalmente, acuérdense que las medicinas no son para los sanos) Tampoco había energía para arreglar la casa los fines de semana porque el estaba muy cansado de su trabajo normal y yo ya estaba harta de arreglarlo todo yo, incluyendo armar equipos de sonido, pintar, ventiladores, trabajos de madera, jardín etc. Su único trabajo era cortar la grama y preparar la cena si yo salía tarde del trabajo. Quedarse en la casa con los nenes era una odisea para el, sin embargo nos e entendía porque yo no lo hacia todo cuando era yo la que se quedaba. Las prácticas de fútbol, también eran impulsadas por mí, porque ese no era su deporte favorito… y cuando llego el béisbol fueron solo unas cuantas veces que salio a tirarles las pelotas a los muchachos.
Todas estas cosas las oía Tony, quien seguía tratando de aconsejarme (en serio) para que siguiera adelante con mi matrimonio, pero a la vez seguía diciéndome que me quería.
Llegue a decirle a mi esposo que necesitábamos ayuda, que me sentí mal, pero su respuesta fue que yo pasaba demasiado tiempo con los niños, la iglesia (2 horas a la semana) y mis amistades (una vez al mes). Que yo debía dedicarme a él 95% del tiempo en ves de tan solo el 50%. Comíamos juntos, manejábamos juntos al trabajo, íbamos a la ferretería, juntos al banco, veíamos la tele juntos, el cercado juntos, a pasear juntos, cuando ponía su música la oíamos juntos, si había un momento sin nada que hacer conversábamos, hacíamos el amor por lo menos 3 veces ala semanas o mas si no era periodo estresante, nos bañábamos juntos y hasta íbamos al baño juntos, casi.

Tanto me deprimí que fui a hablar con mi pastor, le conté como me sentía, y me dijo que Dios tampoco quería que yo fuese infeliz. Yo la que le dijo antes de casarnos que esto era para siempre, empecé a considerar el divorcio. Saque cuentas, pensé como lo haría, pero el dinero no me rendiría, no podía dejarlo. Para ese momento Tony no era el motivo

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